domingo, 17 de abril de 2011

Alumnos de arquitectura














Desead, como todos debemos hacerlo siempre, ser durante toda la vida de arquitectos uno más de esta última promoción que acaba; siempre, siendo recién salidos de la escuela, tendremos toda una arquitectura por delante. Ese arrepentimiento del hacer no existe para quien empieza.
Ser arquitecto es mucho o es nada, como en todo pasa. Pronto nace el sentimiento de que ser arquitecto como músico o fraile es sencilla consecuencia del otro ser. Cuando se oye hablar a los grandes del mundo en arquitectura, pocas veces, muy contadas, nos dicen de lo que normalmente se entiende por tal arquitectura. Las publicaciones sobre ellos más cuentan del hombre, del modo suyo de entender la vida, que de sus mismas obras y es que entendiendo al hombre, presentimos y comprobamos sus obras. No hay arquitectura, ni nada, sin quien la sostenga y nuestro afán ha de ser el formar el pilar, el cimiento. Nuestra arquitectura, entiendo, es reflejo y marco de la vida: es lo que somos y lo que queremos ser. En cada obra está un pasado y en sus defectos, por contra, está un futuro; si no hay pasado -última promoción- sin contras, un futuro incierto. Busquemos los contras de los demás. La experiencia, con la que los mayores atormentan a la última promoción, es contra la rebeldía que siente al saber de los años. Es lástima no llegar más pronto a una paz entre tan necesarias fuerzas. Corresponded: quered ser, última promoción, de la que ya se va.
Pienso que de una nueva promoción habrían de expandirse por España, por el mundo, la casi totalidad. Sentimos la concentración en un Madrid, porque creemos que no es camino de nada. Está llena de esperanzas nuestra llegada al trabajo, a la arquitectura que aguarda. Una provincia, una pequeña población, tomará forma por nosotros, de nosotros; se defiende de nosotros con su experiencia, con su ambiente; se entrega a nosotros si entramos honradamente en él. Aconsejaría lo imposible: dos años (Frank Lloyd Wright dice diez) sin trabajar, llenos de paz y sosiego, con castos y ávidos ojos, con finos oídos, puestos en todo lo bueno que en ese pequeño y nuevo mundo existe. Al conocer profunda y seriamente el futuro escenario de nuestras obras, añadiremos con justeza lo que con naturalidad saldrá de dentro de nosotros mismos.

[El agua toca su tambor de plata.
Federico Garía Lorca.
Entendiendo así un ambiente, nace el poeta; así lo vio: solamente escribirlo.
Proyectar nosotros lo que allí ya existe; es lo mismo.]

Sabemos, y nos duele, que hemos desbaratado ciudades. No puedo olvidar dos fotografías publicadas en AC (años 1934 y 1935) de una sencilla calle de pueblo antes y después de nuestra llegada: la casa culta deshizo la calle...; la cultura es una mayor sensibilidad que hace al hombre apto para moverse en las sutilezas del mundo. Decía Sert en el pie de las fotos algo así: ¿es esto el fruto de seis años de estudios?
Creo puede repetirse el consejo de meternos profundamente en los ambientes que vamos a continuar. Todo lo nuevo que llevamos dentro, allí cogerá su justa forma, adaptándose al lugar la enseñanza de lo viejo bueno, nos mejorará y templará todo nuestro sano ímpetu. iSer millonario y poder comprar todos estos ímpetus! volverían a sus creadores pasados diez años; ése sería el momento de construir aquellos planos y sus autores agradecerían esta decantación del tiempo. Nuestro trabajo es un fruto tan duradero que siempre nos sobrevive: ¡queramos hacer todo tan bien que lo hecho sea el acompañamiento grato de nuestro camino! Pienso, soy pesado, en la terrible madurez que construir en piedra o materiales eternos exige y llego a pensar en el beneficio que nos hicieron aquéllos que no construyeron nuestras primeras impetuosas obras. No prisas; los treinta años ocultos del Señor precedieron a tres solamente de vida pública, suficientes para colmar su Vida en este mundo terreno.
Temeremos y huiremos de lo que pudiera ser éxito no lícito en nuestro serio lenguaje. Sintamos, al menos una vez, la satisfacción de la obra no ortodoxa rechazada; el mundo está ávido y nos exige algo que, es frecuente, no es lícito darle. La última promoción debe saber siempre de los peligros que más allá del título existen.
Los nuevos arquitectos -todos queremos ser siempre nuevos- saben que solamente existe la arquitectura buena y nueva: lo nuevo es fragancia, esencial en el arte; lo bueno es constancia en la buena línea. La belleza de nuestras obras es más oculta y remota; es casi negación, bondad de conceptos con transparente forma; nace, cuántas veces, del simple hecho de vivir profundamente un material y me imagino el bien que nos haría el sentarnos ocho, diez días sobre el bloque de granito que vamos a utilizar en aquella misma obra; estar quince años contemplando el hormigón dentro de la hormigonera, el ver kilómetros de laminado de perfiles..., pequeños ejercicios espirituales. Y es que la vida de paz ante el trabajo es todo. 
En nuestras ciudades debéis ser alguien, ni más ni menos que lo que os corresponda, ni más, ni menos. El arquitecto dará forma a su ciudad en su momento, ni menos...
Aconsejo leáis "Al joven que se dedica a la arquitectura", de Frank Lloyd Wright, del que copio el final:

... como despedida a los jóvenes que se ocupan de la arquitectura, digamos que respecto a caminos y medios esto es lo que tienen que recordar:

1. Olvidar las arquitecturas del mundo, excepto como algo bueno en su lugar y su tiempo.

2. Ninguno de ustedes tome a la arquitectura como medio de vida, a menos que la ame como principio en acción, por ella misma, dispuesto a serie tan fiel como lo es a su madre, a su camarada, a sí mismo.

3. Cuidarse de la escuela arquitectónica, excepto como exponente de la ingeniera.

4. Entrar en el campo donde puedan ver en acción a las máquinas y los métodos que levantan los edificios 
modernos, o permanecer en la construcción directa y simple hasta que puedan llegar naturalmente al diseño del edificio por la naturaleza de la construcción.

5. Acostumbrarse a pensar inmediatamente en el "porqué" respecto a cualquier efecto que les agrade o desagrade.

6 No dar por sentado que algo es hermoso o feo, sino desmenuzar todo el edificio, estudiando cada detalle. Aprender a distinguir lo curioso de lo bello.

7. Acostumbrarse al análisis. Con el tiempo, el análisis permitirá que la síntesis se convierta en hábito mental.

8. Pensar "en sencillos", como acostumbraba decir mi viejo maestro, significando que se puede reducir el todo a sus partes, en los términos más simples, volviendo a los primeros principios. Háganlo en orden, de lo general a lo particular, y nunca los confundan si no quieren que ellos los confundan a ustedes.

9. Eviten como un veneno la idea americana del "camino rápido". Entrar en la práctica sin madurez es vender su derecho de nacimiento como arquitecto a cambio de un mendrugo, o morir simulando ser un arquitecto.

10. Tomen tiempo para prepararse. Diez años de preparación para los preliminares de la práctica arquitectónica son pocos para cualquier arquitecto que quiera levantarse "por encima de la mediocridad" en verdadera práctica o apreciación arquitectónica.

11. Aléjense lo más posible de vuestras ciudades para construir vuestros primeros edificios. El médico puede enterrar sus errores..., pero el arquitecto sólo puede aconsejar al cliente que plante enredaderas.

12. Consideren tan deseable construir un gallinero como una catedral. La dimensión del proyecto significa poco en arte por encima de la cuestión monetaria. Lo que en realidad vale es la calidad del carácter. El carácter puede ser grande en lo pequeño, o pequeño en lo grande.

13. No entren en ninguna competencia arquitectónica en ninguna circunstancia, excepto como novicios. El mismo jurado es selección de mediocridades. Lo primero que hace el jurado es revisar los diseños y descartar los mejores y peores para, como mediocridad, poder juzgar las mediocridades. El resultado neto de todo concurso es una mediocridad por elección de mediocridades.

14. Cuídense de los negociantes de planos. El hombre que no los mantenga en la búsqueda de ideas para él, resultará un mal cliente.

Es desagradable comercializar todo en la vida, sólo porque esta generación esté moldeada en la edad de la máquina. Por ejemplo, la arquitectura se pasea ahora por la calle como una prostituta, porque "conseguir trabajo" se ha convertido en el primer principio de la arquitectura. En la arquitectura, el trabajo debe encontrar al hombre y no el hombre al trabajo. En arte, el trabajo y el hombre son compañeros; ninguno puede ser comprado o vendido al otro. Mientras tanto, teniendo en cuenta que esto a lo que nos hemos referido es una especie más elevada y fina de integridad, mantengan su propio ideal de honestidad tan alto, que su mayor ambición en la vida sea poder llamarse hombres honestos, y poder mirarse a la cara. Mantengan su ideal de honestidad tan alto como para no poder estar nunca completamente en condiciones de alcanzarlo.
Respeten la obra maestra: es la verdadera reverencia al hombre. Ahora no hay una cualidad tan grande, una cualidad tan necesaria".

[Así habla Frank Lloyd Wright, en la terrible humildad de la arquitectura. Sumidos en esos abismos miremos al atractivo nuevo mundo y con Le Corbusier sintamos: "una gran época ha comenzado, una época nueva". Sintámosla y sigámosla, pero con él, de su mano y así no habrá desvaríos; creo que es él, el gran maestro para nosotros, arquitectos españoles].
Nueva promoción, ¡enhorabuena y felicidades, de todos los que siempre procuraremos ser de la última promoción.

Alejandro de la Sota.
Escritos, conversaciones, conferencias. Gustavo Gili. 2008.


Los fragmentos entre corchetes nunca aparecieron publicados pero si en el texto original.

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