EL FUTURO DE LA ARQUITECTURA ESTÁ EN EL PENSAMIENTO.
"Un minuto después de la última explosión, más de la mitad de los seres humanos habrá muerto, y el polvo y el humo de los continentes en llamas derrotarán a la luz solar; y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el mundo; un invierno de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertirá el tiempo de los océanos y volteará el curso de los ríos, cuyos peces habrán muerto de sed en las aguas ardientes, y cuyos pájaros no encontrarán el cielo; las nieves perpetuas cubrirán el desierto del Sahara; la vista Amazonia desaparecerá de la faz del planeta destruida por el granizo, y la era del rock y de los corazones trasplantados estará de regreso a su infancia glacial; los pocos seres humanos que sobrevivan al primer espanto, y los que hubieran tenido el privilegio de un refugio seguro a las tres de la tarde del lunes aciago de la catástrofe magna, sólo habrán salvado la vida para morir después por el horror de sus recuerdos; LA CREACIÓN HABRÁ TERMINADO."
Así de tremendo comienza García Márquez El cataclismo de Damocles, texto bellísimo y tiernamente exigente que siempre merece la pena releer y que, cada vez, conmueve en lo más hondo.
Pues un minuto antes de esa última explosión, y en el mismo momento de la misma explosión, habrá un artista creando, habrá un arquitecto levantando ilusionado su mejor obra. La obra de su vida. Con toda su alma. Intentando completar la Creación.
Cuando uno se pregunta sobre el futuro de la Arquitectura, uno no puede menos que contestar, no podía ser de otra manera, que el futuro está en las ideas. En el pensamiento y en las manos de los arquitectos capaces de generar estas ideas y de levantarlas, de ponerlas en pié, de construirlas.
Porque el cataclismo, la gran explosión, podrá destruir la Tierra, y con ella las formas construidas por el hombre, e incluso al hombre mismo, pero no podrá nunca, jamás, destruir las ideas. Porque las ideas son indestructibles.
La Historia de la Arquitectura, y el futuro es Historia, es, más que una Historia de las formas, de los estilos, una Historia de las ideas que son traducidas a esas formas que conocemos. E indagar sobre el futuro de la Arquitectura será una labor de prospectiva sobre las ideas que harán posible ese futuro y sobre los hombres capaces de alumbrarías.
LUZ Y GRAVEDAD: EL QUID DE LA CUESTIÓN
Es el hombre quien y para quien se crea la Arquitectura. Y su relación con el Espacio se hace a través del Tiempo. Lo que traducido a elementos materiales viene a desembocar en su relación con la GRAVEDAD y con la LUZ. Son la GRAVEDAD, que construye el Espacio, que hace relación al Espacio, y la LUZ, que construye el Tiempo, que da razón del Tiempo, cuestiones centrales de la Arquitectura. El control de la Gravedad, y el diálogo con la Luz. El futuro de la Arquitectura dependerá de una posible nueva comprensión de esos dos fenómenos. O mejor que nueva, de un más claro y más profundo entendimiento.
La revolución que han supuesto en los últimos tiempos los nuevos materiales, el vidrio y el acero, ha sido una revolución relativa a una diversa con-prensión y resolución de los temas de Luz y de Gravedad. Ambas afortunadamente inevitables para la Arquitectura.
La lucha con la Gravedad, su dominio y con él el del Espacio, seguirá siendo tema claro del futuro de la Arquitectura. Afortunadamente ineludible, todo consistirá en cómo seguir controlándola. Quizás con técnicas nuevas. Si el acero, y el hormigón armado con él han hecho posible la Arquitectura actual, podríamos pensar, aunque sea difícil, en que puedan aparecer nuevas técnicas. Se tratará en todo caso ¡qué sencillo! de encauzar esa G que estudiábamos de pequeños en la Física, Esa G que es real como la tierra misma a la que todo lo material siempre tiende a volver, y siempre vuelve.
El diálogo con la Luz, será el otro gran tema. Cuando el dominio de la Luz ha sido el argumento de toda la Historia de la Arquitectura, ahora que ya tenemos medios para controlarla, parece que la mayoría de los arquitectos se hubiera olvidado de ella. La normalización del vidrio plano en grandes dimensiones, ayudado con el acero, hace posible aquella vieja utopía de la Luz vertical, Y también hace posible el planteamiento del espacio horizontal continuo con Luz horizontal. El futuro de la Arquitectura será tanto mejor cuanto los arquitectos reflexionen con más rigor sobre ello y obren en consecuencia.
Se descubre entonces, precisa y preciosa coincidencia, que la Luz es la única que de verdad es capaz de vencer, de convencer a la Gravedad. Y así, cuando el arquitecto le pone las trampas adecuadas al sol, a la Luz, ésta, perforando el espacio conformado por estructuras que, más o menos pesantes, necesitan estar ligadas al suelo para transmitir la primitiva Fuerza de la Gravedad, rompe el hechizo y hace flotar, levitar, volar a ese espacio. Santa Sofía, el Panteón o Ronchamp, son pruebas palpables de esa portentosa realidad,
EL HOMBRE Y LA CONSECUCIÓN DE LA BELLEZA
Y, ¿en qué se traducirá esta relación, este dominio del hombre sobre la Gravedad y sobre la Luz? La conclusión de esta relación será la consecución de la Belleza: el Pulchrum. Si la Verdad, el Verum, hace rendirse a la inteligencia, y la Bondad, el Bonum, a la voluntad, en el terreno de los sentimientos el hombre se rinde ante la Belleza.
Zubiri lo explica con claridad palmaria en sus últimos escritos que, por su referencia precisa a la materia, y a los materiales, pareciera que está refiriéndose a la Arquitectura.
El Futuro de la Arquitectura no puede ser otro que lo que ha sido y es, o debería serio; la creación de la Belleza permanente de la que la Arquitectura es quizás su expresión más concreta y rotunda.
Este deseo de Belleza no implica una sola posible Arquitectura. La Belleza, con sus múltiples facetas también puede ser plasmada en la Arquitectura de muy diversos modos, con muy diferentes formas, a través de estilos muy distintos. Le Corbusier y Gaudí fueron coetáneos y, ¿qué es más bello, la villa Savoie o la Sagrada Familia? Pues ambos arquitectos trabajaban en esas obras al mismo tiempo.
El servicio a las necesidades del hombre (Función), la respuesta adecuada al paisaje en que se incluye (Contexto), la racionalidad de su construcción (Construcción), la posibilidad de ponerla al alcance de todos (Economía), etc., deben ser cualidades de la creación arquitectónica. Pero supuesto lo anterior y como añadido gratuito, como regalo, la Arquitectura debe ofrecer al hombre ese "algo más", misterioso pero concreto, que es la Belleza. La Belleza inteligente que es consecuencia de unas obras que son ideas construidas. Algo más, mucho más, que la mera construcción.
El conseguir evidenciar para el hombre facetas todavía desconocidas de esa Belleza, a través del dominio de la Gravedad y de la Luz, será cuestión central para ese futuro de la Arquitectura.
LA ARQUITECTURA Y EL ARROZ: EL TIEMPO Y LA ARQUITECTURA
La Arquitectura necesita de un tiempo preciso para hacerse bien. De un tiempo y de un tempo. De una duración y de un ritmo.
Un arroz cocinado en cinco minutos, siempre sale duro. Y un arroz mantenido al fuego más de media hora, siempre sale blando. El tiempo del arroz, son veinte minutos, ni más, ni menos. Y a fuego lento, tras un primer hervor. Si no, se arrebata. Aquí y en la China. En el presente, y en el futuro.
Y la Arquitectura, con razones más serias y profundas que las del arroz, también necesita de su tiempo y de su tempo. Tiempo de estudio y de análisis, para conocer bien los datos del problema. Y tiempo de reflexión para llegar a una síntesis, a una solución rigurosa. Y un tiempo adecuado para su construcción.
Y sin embargo, estando esto tan claro, nunca la humanidad ha levantado tantas y tamañas tonterías. Tan bien y tan sólidamente construidas. Precipitadas en las vanas razones de su necesidad (tanta obra inútil). Arrebatadas en la precipitación de su concepción (como si de churros se tratara). Construidas en un santiamén (todo vale). Es la arquitectura del Kleenex. Del usar y tirar. Son las obras que nos inundan. Firmadas por unos comerciantes que, con el título de arquitectos conseguido no se sabe dónde ni cómo, desprecian la Arquitectura. Les dé lo mismo y lo hacen para una Sociedad a la que también le da lo mismo. Que también, por ignorancia, odia la Arquitectura. Una Sociedad, la actual, cuyo alimento espiritual son los "culebrones". Y cuyo alimento material es la fast food. No saben lo que es un buen arroz. Tan rico y tan barato. Ni lo que es la Poesía. Tanto con sólo dos palabras. Ni saben lo que es la buena Arquitectura. Tan sencilla. Tan sencillo todo.
AGUA DERRUMBADA EN LOS CHARCOS: PORQUÉ Y PARA QUÉ DE LA FORMA
Así de contundente se expresa el poeta: "Estas formas no dicen nada, agua derrumbada en los charcos". Igual que las palabras a la poesía, en el eterno debate de fondo y forma, las formas arquitectónicas deben ser traducción de ideas. Y expresarlas con contundencia. Con la fuerza que sólo la Arquitectura tiene.
Pues he aquí que estamos rodeados, atiborrados de formas inútiles. Una inundación de eso que se ha dado en llamar "diseño". Desde los planos, rebosantes de diseños: giros, quiebros, pases, ondas, mocos, etc. Tanto en plantas como en secciones como en alzados. Que no se diga.
Y luego la realidad, como si fueran bazares: barandillas, picaportes, pasa-manos, mostradores, jambas, etc. Que no se pueda decir.
Superabundancia de elementos de diseño, apabullante despliegue orna-mental, que intenta distraer con cantidad de efectos especiales, la vaciedad de sus propósitos. Y ni eso consiguen. Son agua derrumbada en los charcos.
Y si este exceso de diseño hace referencia a lo superfluo, a lo ornamento en el sentido loosiano del término, peor todavía es cuando esto ocurre usando de la Tecnología.
La Arquitectura avanza apoyada en los avances de la Tecnología. Sin el acero ni el vidrio plano, nunca hubiera sido posible concebir la continuidad del espacio, ni hacer realidad el control de la luz vertical.
Y estos prodigios de la Arquitectura, estos giros copernicanos son posibles cuando la Tecnología sirve de base para dar a luz nuevas ideas. Cuando la Tecnología se constituye en "para qué", y no se quiere erigir un "qué". Cuando, por encima de la Arquitectura, la Tecnología se erigió en protagonista, deviene en sólo forma. Será más escultura que arquitectura. Será en todo caso un bello e interesante esqueleto, sólo huesos, En vez de "ser vivo". Son los nuevos "maquinismos" y "deconstructivismos” y "fractales". Soportados por la soldadura y la silicona, aliñadas con acrílicos de vivos y fotogénicos colores. Y luego, como con voz prestada de ventrílocuo, adornados con agudas teorías: la "repetición", la "polirritmia" de los materiales, los "fractales" nunca vistos o la "deconstrucción ya agotada. Y de la mano de Derrida o de Deleuze van por la historia felices como boy scouts por las montañas.
Claro que estos desafueros del diseño, desbordamientos de la tecnología y ataque furibundo de voces prestadas, no son más que inútil defensa de los inútiles. Son espejos en los que los vanidosos y los narcisistas se miran constantemente para olvidar que son incapaces de avanzar. Se detienen ante el espejo en vez de atravesarlo, como Alicia, o romperlo como la madrastra de Blancanieves. Atravesándolo se adentrarían, con Alicia, en el país de los sueños, de las maravillas, de la maravillosa Arquitectura.
Rompiéndolo se enterarían, como la madrastra de Blancanieves, repetido mil veces por los mil añicos del espejo destrozado que "tú no lo eres, lo es Blancanieves”. Que Adriano, Bernini y Le Corbusier siguen siendo arquitectos de hoy y del futuro. Que sus ideas y sus obras se adelantan a su tiempo, están por encima del tiempo, están fuera del tiempo.
Hemos visto ya los puntos centrales del Futuro de la Arquitectura: el Hombre, la Belleza, la Luz y la Gravedad. Y hemos también visto alguno de los errores comprobados de este nuestro siglo desbocado: la falta de Tiempo, el exceso de Diseño o el uso inadecuado de la Tecnología.
Tendremos entonces que pensar quiénes serán las personas, los arquitectos capaces de poner en pié este Futuro de la Arquitectura.
SOCIEDAD SUPINAMENTE IGNORANTE: LA SOCIEDAD Y EL ARTISTA
Antiguamente, eran los estamentos poderosos, los mecenas, los que encargaban las obras de arte. Reclamaban la Arquitectura, con mayúsculas, para su propio servicio y deleite. Como signo patente de su evidente poder. Pero lógica y afortunadamente, con el paso de los siglos, estas obras han llegado a ser patrimonio de la Humanidad. Al servicio de todos.
Por el contrario, como si de ir contra el tiempo se tratara, hoy día, cuando la Sociedad es unánimemente democrática, y el Estado es la representación de todos, pasa al revés. Salvo excepciones contadas. Cuando los que encargan las obras de arte, también y principalmente las de Arquitectura, para el servicio de todos, eligen al artista, al arquitecto, nunca o casi nunca lo hacen a los mejores. Casi siempre llaman a los peores.
Así están nuestras ciudades. Disueltas. Como museos de todos los horrores imaginables y de todos los caprichos inimaginables. Y, ¡vaya que se dan prisa estos malditos en levantar tamañas monstruosidades! No vaya a ser que alguien advierta a esta Sociedad ignorante y materialista en el sentido más peyorativo del término, y no les dejen seguir con sus infames desaguisados. Ante esto, ¿qué se puede decir del Futuro de la Arquitectura?
Quiero ser optimista y recordar a esta Sociedad que existen, todavía, arquitectos, maestros consagrados y jóvenes airados, que están dispuestos, si se les deja y se les da tiempo para ello, a remediar el entuerto.
DESEABLE FINAL FELIZ
En definitiva, el Futuro de la Arquitectura está en las ideas. En los arquitectos que piensan. En los que tienen ideas y son capaces de construirlas. Dedicando el necesario tiempo para ello. Dominando la Gravedad y controlando la Luz. Y poniendo siempre al Hombre como centro. Buscando la Belleza para dársela a los hombres. Y de una Sociedad dispuesta a disfrutar con la Cultura y a dejarse regalar con este sencillo prodigio que es la Arquitectura.
Dice García Márquez, ¡y cómo lo dice!, que con lo que cuesta una ojiva nuclear, alcanzaría, aunque sólo fuera por un domingo de otoño, para perfumar de sándalo las cataratas del Niágara. Pues con ese mismo coste, y con mucho menos, bastaría para todos los domingos de todos los otoños, perfumar de Arquitectura todo el mundo. Y todas las primaveras y los inviernos y los veranos. Porque la verdadera Arquitectura, idea construida, permanece para siempre. Haciendo real el duro deseo de durar. Con el aroma de la eternidad.
Alberto Campo Baeza.
La idea construida. Universidad de Palermo. 2005
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